Suicidio Asistido
Kelly Taylor tiene solo 30 años, vive en Gran Bretaña, sus padres aún viven y está casada hace 10 años. Pide que la dejen morir. Es que Kelly sufre Eisenmenger (hipertensión pulmonar y problemas coronarios) y Klippel-Feil (enfermedad congénita e inusual que fusiona las vértebras cervicales y la cortedad del cuello), además de ser alérgica a muchos de los fármacos que aliviarían su dolor.
El inevitable momento final la persigue como a todos, pero esta vez ella quiere ser la que decida cuando irse y no dejar todo librado a la caprichosa muerte. La paciente pidió a los médicos que aumentaran sus dosis de morfina para dormirla y dejen de alimentarla artificialmente. “Quiero hacer valer mi propia independencia”, suplicó.
La desolación, la impotencia, el escaso sentido de la vida de Kelly puede sentirse cuando declara: “No entiendo muy bien que hago aquí. Vivo día tras día solo por pasar el día. No quiero estar aquí” y confesó que sufre de “dolores inmensos”.
El marido y los padres de la protagonista apoyan su desició y luchan, junto a sus abogados, para que los médicos accedan al pedido de abandonarla y dejar que se vaya.
En el Reino Unido la eutanasia y el suicidio asistido son ilegales, pero la Convención Europea de los Derechos Humanos prohibe el trato inhumano o degradante. Los abogados de la paciente terminal se cuelgan de este argumento para sostener el suicidio que acorte el sufrimiento de Kelly.
Mientras continúan las disputas y las discusiones el dolor sigue machacando a Kelly. Ojalá Dios exista, al menos para ella. Ojalá el sufrimiento se detenga. Ojalá halla un lugar mejor para Kelly. ¿Qué culpa tiene Kelly de haber nacido con estas enfermedades?, ¿por cuáles pecados pasados está pagando Kelly hoy?, ¿cómo se puede creer en Dios con tanta injusticia?, ¿cómo se justifica este capricho innato que desde antes de ser conciente sufre Kelly?. Sin embargo, ojalá que ese Dios, aunque imperfecto, exista y le brinde un mejor futuro a Kelly Taylor.
El inevitable momento final la persigue como a todos, pero esta vez ella quiere ser la que decida cuando irse y no dejar todo librado a la caprichosa muerte. La paciente pidió a los médicos que aumentaran sus dosis de morfina para dormirla y dejen de alimentarla artificialmente. “Quiero hacer valer mi propia independencia”, suplicó.
La desolación, la impotencia, el escaso sentido de la vida de Kelly puede sentirse cuando declara: “No entiendo muy bien que hago aquí. Vivo día tras día solo por pasar el día. No quiero estar aquí” y confesó que sufre de “dolores inmensos”.
El marido y los padres de la protagonista apoyan su desició y luchan, junto a sus abogados, para que los médicos accedan al pedido de abandonarla y dejar que se vaya.
En el Reino Unido la eutanasia y el suicidio asistido son ilegales, pero la Convención Europea de los Derechos Humanos prohibe el trato inhumano o degradante. Los abogados de la paciente terminal se cuelgan de este argumento para sostener el suicidio que acorte el sufrimiento de Kelly.
Mientras continúan las disputas y las discusiones el dolor sigue machacando a Kelly. Ojalá Dios exista, al menos para ella. Ojalá el sufrimiento se detenga. Ojalá halla un lugar mejor para Kelly. ¿Qué culpa tiene Kelly de haber nacido con estas enfermedades?, ¿por cuáles pecados pasados está pagando Kelly hoy?, ¿cómo se puede creer en Dios con tanta injusticia?, ¿cómo se justifica este capricho innato que desde antes de ser conciente sufre Kelly?. Sin embargo, ojalá que ese Dios, aunque imperfecto, exista y le brinde un mejor futuro a Kelly Taylor.
El Lama Guendun Rinpoche en su reflexión sobre la “Libertad de Acción” determina una idea que encaja perfectamente en esta historia:
“Todos estamos buscando la felicidad e intentando evitar el sufrimiento; todos tratamos de hacer lo posible para vivir cómodamente y librarnos de aquello que nos es desagradable o que nos hace sufrir”. (Leer mas)
“Todos estamos buscando la felicidad e intentando evitar el sufrimiento; todos tratamos de hacer lo posible para vivir cómodamente y librarnos de aquello que nos es desagradable o que nos hace sufrir”. (Leer mas)
5 pegó
uno nace en sociedad... y ya está determinado parece a sobrevivir sometido a las reglas que imponen voluntades ajenas a uno. Hasta qué punto tienen injerencia el estado y las instituciones conexas como para decidir hasta cuándo vive uno?
Una persona enferma que sufre un montón y es incomprendida...
Una discapacitada violada y, a causa de ello embarazada, que no le permiten decidir...
Un flaco que por pobre u "oscuro" se tiene que bajar del micro para que la policía le revise la mochila...
Nunca peor entendido el Contrato Social rousseauniano
rayen
pegó Anónimo, a las 10:21
Creo que el Contrato Social sí fué entendido. Tan entendido y sobre todo TEMIDO fué que desde el principio lo prohibieron.
Además, después de su publicación Rousseau fué perseguido.
Lamentablemente muy pocos pueden separarse de esta sociedad "cardumen" que navega inconciente hacia los valores y las modas que les imponen. Erich Fromm, en su libro "el arte de amar" lo explica muy claramente, aunque un poco light. Con mas fuerza pero mas intrincada es la crítica de Friedrich Nietzsche.
Gracias por volver Rayen.
Un fuerte abrazo.
Martín Alejandro.
pegó Anónimo, a las 13:59
si alguien sufre tanto y pide morir.. me parece que debería concederse esa última voluntad!
pegó negruu_53, a las 15:04
UY...Nadie más fenomenal ni más actual que Nietzsche para mirar nuestra suciedad. Donde el débil es el fuerte, y está tan lleno de " Buenas gentes" tratando de hacer el bien, auque nadie lo haya pedido, aunque ni siquiera exista.
pegó Gata devoralunas, a las 17:26
Dalia tiene razón chicos.
Recomiendo que quien no haya leido a Nietzsche que lo haga ahora a al terminar el libro actual.
Martín Alejandro.
pegó Anónimo, a las 16:03
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